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Jhon James Arias Sánchez. Licenciado en Ciencias Sociales.
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
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Rayuela: Capítulo 68
Julio Cortázar
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
"lenguaje glíglico"
En un sentido general, el capítulo 68 describe el encuentro físico de una pareja de amantes, de una manera elíptica y jovial, y en un tono amablemente pícaro.
Los términos sin sentido que emplea Cortázar permiten que cada lector les atribuya un significado personal, originado en sus propios recuerdos, imágenes y experiencias.
Es un ejemplo extremo del recurso literario que consiste en sugerir y crear un clima en vez de describir en detalle. Al completar el significado con sus propios pensamientos, el lector participa más intensamente de la situación. Se sugiere más de lo que se dice, para producir un efecto mayor a partir de la carga emocional que aporta el propio lector. El cine de suspenso y el de terror utilizan este mismo recurso en forma visual, y dejan librado a la imaginación del espectador el atribuirles significado a la imágenes.
La frase inicial del capítulo 68 dice: "Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes."
Una transcripción libre de lo que sugiere el texto podría ser: "Apenas él le rozaba la piel, ella sentía que le hervía la sangre, y pronto caían en un vértigo de besos, de caricias frenéticas y suspiros apasionados."
Como se ve, no tiene sentido el atribuirles significado preciso a palabras como "noema", "hidromurias", "ambonios", "sustalos", ya que extraidas de su contexto pasan a ser construcciones arbitrarias. En realidad el lector no sustituye uno a uno los términos, sino que percibe el significado de la frase de un modo personal e inexpresable.
Haciendo una proyección inconsciente, algún otro lector podría interpretar: "Apenas él le sacaba el tema, a ella se le llenaba el alma de furia, y caían en una discusión llena de frases hirientes y acusaciones recíprocas." Obviamente, esta interpretación le atribuye un sentido que está fuera del contexto del capítulo. Del mismo modo, un capítulo se puede analizar al margen del significado general de la novela, pero sólo para estudiar sus recursos literarios.
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“La innovación agita el mar de las certezas y genera incertidumbre allí donde la tradición anclaba sus principios.”
(De viajes, viajeros y laberintos, Juan Francisco Aguilar, 1998)
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Allí donde mas bulliciosa es la alegría,
mas se lamenta la tristeza...
Y solo basta un pequeño accidente
para que la Tristeza se regocije
y el regocijo se Entristezca.
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