Gracias, Señor Ministro

Daniel Samper Pizano
Hace dos o tres noches la familia se reunió a comer junta por primera vez en mucho tiempo. Bajamos al comedor (siempre lo hacíamos individualmente en las alcobas o desordenadamente en la sala donde está el televisor) y nos sentamos a manteles.
Resultó una velada muy agradable, a pesar de que nos acompañaba un desconocido, un jovencito de once o doce años que yo jamás había visto y que parecía divertirse a morir con lo que se conversaba.
Me enteré de muchas cosas. Del nuevo trabajo de mi papá, del cual se posesiono hace cinco años; del grado de bachiller de mi hermana, lo especialista en enfermedades del riñón; de la muerte de tía Resura y de la misa que se celebró en el tercer aniversario de la luctuosa fecha.
Antes de retirarme a mi habitación, sin embargo, resolví preguntar a mi mamá quién era ese muchachito tan confianzudo al cual mis padres trataban con cariño que me pareció excesivo.
—Tu hermano— me respondió ella sin sorpresa—. Tu hermano José Gabriel Siempre quisimos presentártelo pero como todos llegábamos directamente a ver la televisión nunca hubo oportunidad de que comiéramos ¡untos como esta noche y nos actualizáramos mutuamente. Tiene doce años y quiere ser piloto.
Abracé a mi hermano emocionado y lloramos un poco él y yo mientras mi madre, conmovida, se recostaba sobre el pecho de papá y dejaba escapar también ella, unas cuantas lágrimas.
Los demás hermanos nos rodearon los dos mayores, que tampoco conocían a José Gabriel, lo saludaron con fraternal estrujón.
Fue muy lindo. Luego nos instalamos en la sala y escuchamos a mi abuelo quien, con voz profunda de bajo-cantante, nos leyó inolvidables páginas de Leibniz.
Fue en ese instante cuando me di cuenta la gran obra que ha hecho el actual gobierno en favor de la unidad familiar y la difusión de la cultura.
En una jugada maestra que los colombianos hemos tardado en comprender pero que lo hará pasar a la historia, el ministro de Comunicaciones consiguió rebajar de tal manera la calidad y el interés de los programas de televisión, que ya nadie está interesado en encender el aparato que antes tenía embobado al país.
Es así como, gracias a esta sabia intervención oficial, Colombia entera está redescubriendo no solo el arte y la ciencia, sino las reuniones familiares y hasta los hermanos menores.
Las niñas han vuelto a tomar clases de piano. Cuando uno camina por barrios de clase media es posible escuchar las notas del Danubio Azul y Para Elisa. En los de clase alta tocan lo mismo pero en órgano electrónico.
Han regresado los declamadores de visita: Fausto Cabrera piensa abrir una facultad de declamación y expedir diplomas.
En las librerías se agotan libros como "Ulises", las obras completas de Thomas Mann y hasta Alfred Jarry.
En algunos barrios están organizando compañías de zarzuela y se registra un auge de los círculos de estudio; hay círculos donde analizan a Spinoza, Herádito, Vargas Vila, Blanca Isaza de Jaramillo Meza y Enrique Santos Calderón.
"El Bogotano" piensa publicar la obra de Hegel en historietas.
Es lo que le gusta ahora al pueblo, que lloró más a Marcuse que a Gardel o a Julio Jaramillo.
La vida familiar ha sufrido une revolución.
Jóvenes profesionales que habían llevado luto durante años por una bisabuela, lo han vuelto o ver reclinada entre almohadones en la alcoba a donde la había condenado la artritis.
Los niños ya no amanecen dormidos con la ropa puesta, ni pernoctan celadores en la sala.
Hay más orden, más comunicación en las familias
Apagado el monólogo de la televisión, resucitaran las tertulias y reuniones donde fa gente conversa y come.
El Gobierno estima que habrá un insospechado auge educativo: más horas para beber, por consiguiente más inversión en licores, por consiguiente mayores rentas a favor de la educación
Ya no demorarán los pagos a los maestros. Y si a eso se le agrega la posibilidad de que el Estado asuma la importación de betamax, habrá que comenzar a hablar de una bonanza sin límites.
Todo esto ha sido obra de la brillante movida del Gobierno al adjudicar la nueva e insoportable programación de televisión.
Dentro de, pocos minutos mi hermano José Gabriel saldrá a una reunión multitudinaria del grupo scout que acaba de formarse en el barrio, y mi mamá a su turno en la parroquia, donde consiguió —gracias a múltiples palancas—. Un cupo en la Legión de Adoradoras Nocturnas.
Antes de que ellos se marchen y de que yo empiece a leer la colección de "Nueva Frontera", queremos unir nuestras voces paro decir, a nombre de todos los colombianos:
¡gracias, señor ministro!
Tomado de "A mí que me esculquen"
Agosto, 1979
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